Por: Pedro Ojeda Visbal
En las postrimerías de la II Guerra, cuando Inglaterra en solitario perdía desastrosamente Churchill manifestó: “soy optimista, no me parece útil otra cosa”. Esta disposición frente a la vida la aplaudimos, es nuestro referente, porque si no la balanza se inclina al pesimismo. Hacia lo que Freud llama “Infelicidad Humana Común”, dándole excesivo valor al pesimismo (más alerta a amenazas y peligros). Vivimos inmersos en lo negativo, los medios de comunicación “negros” que muestran un mundo desesperanzado, hiperconsumista y una siniestra carga de nube negra. Tenemos que balancear la ecuación con optimismo inteligente, con esperanza; creer que nuestro mundo es el mejor de los mundos posibles y sobre todo que lo podemos mejorar:
“Sé tú el cambio que quieres en el mundo” Gandhi.
La humanidad al ir, gracias a Dios, resolviendo muchos de sus problemas básicos y al mejorar la expectativa de vida de 25 a 100 años, en tan solo dos generaciones, se enfoca en ámbitos nunca estudiados pero necesarios para los que aspiramos a vivir los 100 años. Hay doctorados en felicidad, inteligencia emocional y pensamiento positivo. La gestión emocional hoy es esencial y el optimismo ha logrado despertar el interés de la ciencia.
Por ocio me he topado con varios artículos e investigaciones sobre el tema. La universidad de Michigan afirma que el optimismo mejora la salud, la calidad de vida, ayuda al corazón, previene y mejora enfermedades, reduce el estrés, ayuda a la superación personal. Y la universidad de Pittsburgh asegura que los optimistas se enferman menos… Entre muchos otros estudios sobre el tema.
El optimismo es fundamental, incluso (y sobre todo) para su billetera. Cada vez que un empresario hace un negocio, desarrolla un proyecto, tiene una meta, es el ‘optimismo Inteligente puro en acción’. Esa cualidad mueve la economía mundial ¡Poca cosa!
Sin optimismo inteligente no hay empresa posible ni negocio valido; es la precondición para el éxito en los negocios y en muchas cosas: para la Nasa el examen más importante para los astronautas es medir su nivel de optimismo, es fundamental para ellos.
Clasifican para los negocios el optimismo en categorías. Una investigación de la Universidad Nacional de Taiwán sostiene que los exitosos son los “optimistas realistas”. Este optimista cree que es capaz, sabe que tiene obstáculos pero que con esfuerzo y constancia se pueden vencer.
Por mucho tiempo se ha sobrevalorado al pesimista quien se pretendía mejor preparado para el desastre. Se llamaban a sí mismos “realistas”. Este estudio y las nuevas tendencias de economía psicológica, balancean la ecuación y ponen a los optimistas en alza, estando un poco más allá de la media aristotélica. Este es el optimista realista: Se es precavido frente a los posibles problemas pero a la vez si es optimista inteligente cree que se pueden superar. El optimismo y el realismo no son incompatibles, sino obligatoriamente compatibles. Este optimista tiene mayor manejo de sus relaciones, de autocontrol, mayor rendimiento, pensamientos más inteligentes y mayor creatividad. Tienen lo que los psicólogos llaman control interno (no externo) y manejo de la dimensión de los problemas (siempre – nunca).
Los jóvenes visualicen un futuro próspero, creen sus propias empresas y compañías que a su vez generen empleo. El mundo es abundante y las oportunidades más y más grandes en todos los campos. Sean ustedes parte de una cultura de emprendimiento.
¡Conviértanse en optimistas inteligentes, en optimistas realistas!
A Michael Jordán le dijeron cuando joven que no servía para el basquetbol y en el penúltimo año no clasifico en el equipo del colegio; él dice que ha fallado 9.000 tiros, perdido 300 juegos y 26 veces ha fallado el tiro indispensable.
“He fallado una y otra vez en mi vida y por eso tengo éxito” Michael Jordán. Que profundo optimista…
Esta humilde nota solo invita a leer sobre el tema y a que entrenemos nuestro optimismo para tener la capacidad de ver alternativas.